Navegar en Uruguay siempre fue un desafío. Un país tantas veces definido como "de espaldas al mar", con poca infraestructura náutica, legislación ajena a la realidad de la náutica deportiva y pobre en servicios especializados, no invitaba a mucho a comprar un barco y ocuparse de su constante mantenimiento.
Así se popularizó tanto el dicho de que "tener un barco tiene 2 buenos momentos: cuando lo comprás y cuando lo vendés".
Estas dificultades se hicieron evidentes para el Dr. Jorge Bermúdez y su familia, que se lanzaron a construir en Uruguay un velero oceánico, el Manatee, para cumplir el sueño de navegar por todo el mundo. Poco después de su botadura, en 1996, Alvaro Bermúdez decide capitalizar esa experiencia y proponerse el reto de fundar una empresa que acercara la náutica deportiva a todo aquel que quisiera experimentarla en Uruguay.
En sus primeras millas era tan sólo una empresa unipersonal, con pocos recursos y mucho por aprender, pero la respuesta de la clientela fue tan positiva, que pronto fue creciendo y haciéndose protagonista de una nueva etapa de la náutica uruguaya, donde mucha gente ajena al ambiente se fue atreviendo a incursionar en ella, aprovechando el asesoramiento y el respaldo que se les brindaba.
El apoyo de tantos excelentes clientes, y de consagrados astilleros y fabricantes de accesorios, permitieron a Bermúdez Náutica desarrollarse con un estilo propio, fuertemente apoyado en valores, en la confianza, y en el asesoramiento honesto y transparente.
La empresa siempre apostó fuerte al capital humano, formando un equipo sólido, muy profesional, jóven y con un permanente afán de superación.
Juntos, vuelcan su experiencia y conocimiento para asesorar a sus clientes, quienes podrán ahora redefinir la famosa frase: "el mejor momento para tener un barco es cada momento que estamos en el mar".
Bermúdez Náutica
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