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El Viaje del "Faith" - La guardia del amanecer
¡Como me gusta la guardia del amanecer!
Me toca todos los días de 6 a 12. Me despierto aún de noche pero ya descansado. Me lavo la cara, tomo un vaso de jugo y salgo a sentir el aire de la madrugada y relevar al Capi. Chequeo el rumbo y la ruta, el trimado de las velas y que todo esté a mi gusto. Me quedo un buen rato mutando bajo las estrellas, sintiendo el vientito en la cara, disfrutando el movimiento y mirando la estela de espuma fluorescente, surcada de a ratos por peces voladores.

Al poco rato, la situación requiere un mate amargo, casi urgente, y acudo al llamado. Mientras hierve el agua y se hincha la yerba, anoto las condiciones actuales en la bitácora y me como alguna fruta, generalmente manzana o banana, y cuando me llama la caldera con su inconfundible chiflido, empieza la mejor parte.

En el cockpit ya no está tan oscuro. Empieza a adivinarse la llegada del astro rey al horizonte, empujando la noche para que le vaya dejando su lugar. Saboreo los primeros mates muy lentamente mientras la vista empieza a dominar ya a los demás sentidos, al aumentar la claridad.

Dicen los que saben de pesca que el amanecer es uno de los momentos privilegiados del día para esta arte, y por lo tanto interrumpo mi trance romántico para preparar la deseada faena. Saco el cajón de pesca con su tapa anti-enchastres, el bichero de pesca, trapo para cubrirle los ojos a mi presa y que quede mansito, confundido con la noche repentina, y finalmente arrojo el señuelo y lo dejo alejarse en la estela, buscando tentar a algún pez hambriento que el destino convertirá en nuestro almuerzo.

El sol empieza a asomarse y a intentar brillar a través de la neblina que está siempre presente en el horizonte de esta región del océano con tanta humedad. Para mi disfrute del amanecer es una gran ventaja, porque no encandila y me quedo largo rato observándolo, mateando, enamorado del momento y de la gracia de estarlo viviendo y apreciándolo, con su sencillez y su majestuosidad a la vez.

Luego, igual que el enamorado que se babea encandilado por su musa, le saco fotos, lo filmo, buscando inmortalizarlo y compartirlo con mi verdadero amor.

Y así me quedo un buen rato meditando, contento de ser uruguayo para haber conocido el mate, y su forma inigualable de acompañar, abrigar el cuerpo, abrir el alma, pausar la mente, y estirar el tiempo.

 

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Publicado el 25/10/2014